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13/8/13

Perspectivas

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Quienes hemos tenido la fortuna de haber tenido contacto con la escuadra y el cartabón, hoy en día, programas de diseño industrial, de diseño asistido por ordenador, o como queráis denominarlos, sabemos, ¡vaya si sabemos!, lo que son las perspectivas; al menos, cómo proyectarlas.

Trabajar con perspectivas abre la mente a múltiples puntos focales, por no decir infinitos. En otras palabras, acostumbras a tus neuronas a procesar diferentes realidades. Sea una realidad R; si quisiéramos descomponerla en perspectivas, y por eso de estar acostumbrados a pensar en tres dimensiones espaciales, digamos que R = R1+R2+R3. Es decir, hemos expresado R como suma de tres realidades, afectadas por un subíndice que nos recuerda que son parte de un «todo mayor». Las matemáticas me permiten escribir la igualdad anterior, por ejemplo, de esta forma, R1=R-R2-R3. Identifiquemos R2 con la realidad que llamaremos -S, y R3 con la realidad designada como -T. Matemáticamente expresado, R2 ≡ -S y R3 ≡ -T; sustituyendo las equivalencias en la segunda igualdad obtendremos que R1=R+S+T. ¡Vaya, resulta que la realidad que pensábamos parte de una mayor está constituida por el todo más las partes! Es cierto que me he valido de artimañas que fácilmente pueden desmoronarse ante una buena demostración por reducción al absurdo, pero lo importante de este juego de letras y signos es el siguiente: supongamos un tercero que desconoce que R es el todo, y observa que R1=R+S+T. ¿Qué constituirá el todo para nuestro amigo, o cuál será su realidad, R o R1?

Entender y comprender que tanto las realidades como sus perspectivas son innumerables, y probablemente inefables, nos alerta y nos posiciona con ventaja como observadores y participantes, porque somos tanto público como actores. ¿Y a santo de qué viene todo este galimatías? Por el santo de que cada uno participa en R desde su Ri, siendo i cualquier número tomado del conjunto de números reales o complejos. Añadiendo que cada Ri es en verdad su propio R.

25/5/12

Crisis sistémica

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Echemos un vistazo a la historia; seamos más concretos: a la Historia; sí, a la Historia de la humanidad, ese conjunto de hechos que se suponen producidos por la mano de ese ser supuestamente inteligente denominado humano. Sí, es cierto, todos pertenecemos a esa taxonomía. Unos más inteligentes que otros, unos más habilidosos que otros, unos más simpáticos que otros, unos más… que otros, pero al fin y al cabo, humanos, seres humanos. Pues bien, si continuamos con el vistazo, sea mediante libros y más libros, o escuchando los relatos de nuestros abuelos, de nuestros padres, incluso viajando en el tiempo (yo estoy convencido de que se puede, incluso viajar al momento inmediatamente anterior al de la firma de tu hipoteca –eso sí que merece la pena, y no ir hacia atrás para liquidar a tu tatarabuelo y evitar haber nacido sólo por la satisfacción de fastidiar a la conocida paradoja; en todo caso, para que éste se hubiese casado con alguna de la familia Rockefeller; hay que ser prácticos, y honestos), continúo, incluso viajando en el tiempo, observaremos periodos de ídem en los que la sociedad convulsiona; el estremecimiento se reduce en unos casos a un declive de la economía, que dura un cierto tiempo, pero que, más tarde, vuelve la alegría, y el mundo de las monedas y finanzas vuelve a su trajín; en otros, éste alcanza a más sectores, creando las condiciones para una nueva sociedad, un nuevo modelo, otro paradigma: es lo que denominamos crisis sistémica.

Entrar en una definición y estudio exhaustivos de la misma no me corresponde; no porque no sea economista, sino porque ya existen magníficos ensayos sobre el asunto y desde mucho antes de la necesidad de la búsqueda de los “brotes verdes”; quizás la mejor fuente para documentarse sea la que representa D. Santiago Niño Becerra; en sus vídeos, que podréis encontrar en Internet, y en sus publicaciones hallaréis valiosa y jugosa información. Por tanto, no es el momento de tecnicismos, ni de explicar los porqués, o el porqué.

Tenía que pasar. Es simple. Tenía que llegar. El ciclo acaba, y con él, patrones y modelos. Para que nazca un nuevo paradigma tienen que cambiar muchas cosas, y eso supone el fin de muchas para el nacimiento de otras. Entonces, si tenía que pasar, ¿hay culpables? Pues los hay, y a su vez, no los hay. Seguimos un camino que así tenía que ser. Elegimos el sendero. Sí, lo elegimos (en pasado, en presente y en futuro).

Un crédito fácil que puso en bandeja de oropel lo efímero del éxito y de la abundancia mal concebida. Tener por tener, en poco tiempo y cuanto más mejor, dejando al margen la calidad. El Ego venció, y la Conciencia perdió. Un gran crecimiento abrumador, pero ficticio, y con sus días contados desde el principio.

A todos tenía que llegar, y donde aún no ha llegado, llegará. Es inevitable.

Ahora, particularicemos. España. Nuestro país. ¿Qué ha ocurrido en nuestro país? Lo inevitable, a todos tenía que llegar. ¿Qué margen nos quedaba, si era inevitable, si a todos nos tenía que llegar? Pues nuestra capacidad de elección, ese era nuestro margen.

La sabiduría popular lo conoce muy bien: tener la despensa llena en previsión de inviernos duros. Pero fueron ocho años en los que el invierno no existía, y todo era verano. Ocho años gobernados (¡ja, gobernados!) por cigarras; todo era jauja; regalaron la jauja; y no conformes con la jauja, añadieron confusión e ignorancia, como eso de “compañeros y compañeras, amigos y amigas”, cambiar género por sexo, o aquello del uso del símbolo “@” como sustitutivo de la unión de las vocales “a” y “o” que nunca existió en nuestra lengua (por cierto, tal signo es una desviación gráfica de la preposición inglesa “at”; tiene su origen en la creación de las direcciones electrónicas, y no significa más que fulanito tiene su cuenta en el servidor tal o cual). Y como todavía no bastó había que ir más lejos, y ya sólo quedó fulminar los valores, la misión, la visión, la cultura, la tradición y la Historia de un país con Historia. La defensa de los símbolos patrios pasó a ser marca de precisamente lo contrario. Dieron de sí, los ocho años.

Sí, la crisis era inevitable, porque es una crisis sistémica. Pero de haber sido gobernados con templanza, consciencia, Conciencia, inteligencia, previsión, control, cultura, Historia, y claro, con ahorro, lo presente habría sido bastante distinto del presente, el panorama hubiera sido diferente, y la crisis, no tan crisis.

Ahora toca discurrir por un laberinto. Más temporal que físico. Mi consejo: todos los laberintos tienen paredes, todos los laberintos ocultan sus calles, pero todos los laberintos tienen un cielo, y al menos, una salida. Nuestra capacidad de elección nos permite disociarnos de la ruta sin guía, elevarnos al cielo, y observar sus calles desde una perspectiva diferente. Es difícil, lo sé, pero ninguna crisis ha sido fácil, y ésta, menos aún, porque en ella interviene un factor que hasta no se ha manifestado en ninguna de ellas: globalización.

7/7/10

La insoportable levedad de la libertad

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Comienza el autor de la maravillosa novela La insoportable levedad del ser con Nietzsche y su teoría del eterno retorno. Pasamos página, y continua Kundera con una certera, afilada y breve tesis sobre la carga y la levedad. Utiliza a Parménides y su visión dual del cosmos como pilar de apoyo: la carga es negativa y la levedad positiva. Tan seguro está Parménides como inseguro Kundera. Quizás sea éste un dilema a ser estudiado bajo los pares de contrarios del semiólogo Roland Barthes, a saber, el par carga/levedad contra el par positivo/negativo. Tampoco es que obtengamos una solución clara, pero sí que lo afrontamos desde una perspectiva diferente.

Perspectiva que me conduce a pensar, o sentir, que vivimos en la levedad de la libertad; el pensamiento o el sentimiento de un poder con raíces en las tinieblas y vivo en la sombra que nos ha liberado de nuestras cargas y nos ha entregado un mundo feliz de libertad ligera y sinuosa. Mis cargas, nuestras cargas, aquéllas que sí nos ayudan a crecer, ¿dónde están? Y en su lugar, otras, creadoras de confusión, esclavizadoras. ¿Quién, o quienes las puso? -¡Ah, pero mi mundo es un mundo de libertad!- No, tu mundo es un mundo en la levedad de la libertad.

Y el ciclo continúa, camino de su fin. Los vivos crecerán, y los muertos seguirán en sus tumbas. Espero que Nietzsche esté equivocado, ya que de no estarlo, volveremos a sufrir la insoportable levedad de la libertad.

El título de esta entrada es un claro juego de palabras cuyas reglas son las del título de la maravillosa novela de Kundera; gracias, Milan Kundera, por tu obra, y espero que, al menos, si no he conseguido mi propósito, que es el de despertar, sí que haya logrado que muchos de vosotros se interesen por la obra del magnífico autor, y en concreto, por aquélla objeto de mi juego, La insoportable levedad del ser.

18/1/09

De puertas para adentro

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Domingo por la mañana; sentado en un banco, dos libros abiertos. Las vistas, inmejorables; el océano Atlántico, algo picado, azul intenso; en el fondo, el Teide nevado. Una pareja de turistas procedentes de la tierra donde nací (cosa que infiero de su habla, peninsular y del centro) disfrutan de su estancia en este su lugar de descanso, la isla de San Miguel de La Palma (más conocida como La Palma), mientras pasean contemplando el horizonte; llegando a mi improvisado estudio de lectura, escucho parte de la conversación que ambos llevan, levemente modificada por el efecto Doppler; el uno se lamentaba por una estructura de prismas de hormigón (vid. imagen, esq. sup. izq.), la otra asentía sin prestar demasiada atención. La ofensa de la estética San Miguel de La Palma fue la causa del enfado. Ofensa de una estética personal, adjudicada a un punto de vista con nombre y apellidos.

La ignorancia, el desconocimiento del porqué llevaron a nuestro desolado amigo a proferir su discurso. Y es que sin la mencionada construcción ni él, ni su compañera de viaje, ni yo, ni ninguno de vosotros podríamos disfrutar de tan bello paraje. El azote del océano es perseverante y demoledor; la paciencia del líquido elemento no tiene parangón.

Enlazan estas palabras con ciertas imágenes, fotografías y noticias que ya son propiedad del vox populi. La base de la crítica no es tanto la estética como el estilo. Estoy convencido de que, al igual que nuestro contrariado amigo, siempre podremos encontrar entre el populi alguna vox que llame desesperadamente a la estética. Yo me uno a los que acuden al estilo. Y es que hay que saber distinguir entre el estilo de puertas adentro y el de puertas afuera.

Mas noticias hay muchas. Dos diarios han caído hoy en mis manos. Uno, nacional; el otro, local; fijo ahora mi atención en este último (“Diario de Avisos”, edición correspondiente al día de hoy). Artículo de Juan Arencibia, que para quienes no le conozcan advierto que sólo por sus líneas ya merece la pena la compra del citado rotativo; título de su columna correspondiente a este domingo 18 de enero de 2009: "«¿Qué firma Coalición [se refiere a Coalición Canaria, partido en el Gobierno de la Comunidad Canaria]?» Si es como dice el señor Arencibia, entonces ya no queda ni estética, ni estilo, ni nada de nada. Háganme caso, y lean y disfruten sus palabras, y después, opinen. Por mi parte: ¡Bravo, señor Arencibia!