13/5/11

Programación Neurolingüística: El espacio

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Existe una cantidad enorme de publicaciones en las que las que el sintagma nominal programación neurolingüística aparece asociado a una determinada acción o cualidad, con el objetivo de adiestrar al lector en un plano concreto, de tal forma que tras la práctica se supone que el estudiante y/o practicante ha adquirido una serie de habilidades que le serán muy útiles en ese campo de interés. Teclead, sin ir más lejos, la secuencia citada en cualquier navegador, y obtendréis una más que enorme oferta de entradas en el universo de las tres uve dobles.

En otras entradas abordaré con más detalle, en un análisis minucioso, lo que esta ciencia significa. En ésta, en concreto, ofreceré una práctica manera de obtener rápidos rendimientos y útiles resultados. La toma de conciencia de nuestro espacio vital. ¿Hemos pensado alguna vez, conscientemente, de lo que verdaderamente supone nuestro espacio vital? ¿Cuántas veces habremos escuchado tal expresión como si tal cosa? Cuándo nos hablan de nuestro espacio vital, ¿sabemos a lo que se refieren? O incluso más allá, ¿saben a lo que se refieren aquellos que lo nombran?

¿Qué es nuestro espacio vital? La primera idea es un volumen en el que yo como ser vivo puedo desarrollarme como tal. Definición que a simple vista es muy simple, pero que encierra una interesante y sutil complejidad. Porque, si es un volumen (evidente, ha de serlo, somos seres de tres dimensiones), ¿tomamos este volumen como perteneciente a un espacio euclídeo, o añadiremos una dimensión más, una dimensión temporal, a modo de espacio-tiempo de Minkowski? Incluso hasta sería factible añadir alguna más, mas de momento no lograría más que provocar caos. Quedémonos, por tanto, con cuatro dimensiones, tres espaciales y una temporal. Sumemos a las dimensiones, cualidades. Sigamos. En este volumen he de desarrollarme como ser vivo. ¿Ha de ser muy grande, o muy pequeño? ¿Ocupo un espacio dentro del mismo o pertenezco al mismo? ¿Soy uno con él o configuro un elemento más de su presencia en el espacio total? ¿O es acaso el espacio total el volumen donde resido?

Imaginemos ahora una situación muy conflictiva para nosotros, un instante que se repite todos los días que nos anula como seres de luz que somos. Sí, somos luz, somos vibración, somos una suma de fotones muy compleja. Tanta luz, y sólo es necesaria la sombra del miedo para atenuarla, pues no la apaga. Regresemos a esa fatídica escena, que se repite sin descanso, todos los días. Nos levantamos, nos aseamos, desayunamos, y comenzamos nuestras tareas diarias. Tras un tiempo determinado ahí está, infatigable, omnipresente, la temida escena, el odioso papel de ser reducido a algo muy pequeñito por el poder otorgado a aquello que nos vuelve dóciles y manejables por el papel del miedo. ¿Podríamos ser capaces de inventar algo que nos permita, al menos, mitigar ese fatal destino diario? Sí, os digo que sí, lo somos, y en el párrafo siguiente os daré, no la solución, pero sí los medios para que vosotros mismos la encontréis.

Encontrad un momento de tranquilidad en vuestro agitado día. Buscad un lugar en el que sepáis que nada ni nadie os molestará, y porque siempre hay que dejar espacio para la probabilidad, deciros a vosotros mismos que cualquier elemento o persona perturbadora será bienvenido, pues ayudará en vuestro camino hacia la paz, el sosiego, la quietud, la relajación.

Ahora que has conseguido que tu cuerpo esté relajado, te sientes en paz contigo mismo, vas a comenzar un viaje a tu espacio vital; vaya, ¿acaso no estoy ya en él?, estás pensando en eso, ¿a que sí? Este viaje te lleva conscientemente a tu espacio vital. Eres capaz de sentirlo, de olerlo, de gustarlo, de visualizarlo, de escucharlo, de recorrerlo a través de tus aproximadamente cien mil millones de neuronas, más o menos, de experimentar sus energías sutiles mediante tus cuerpos no físicos. Es tu espacio vital, un lugar, si admitimos el locativo como correcto, donde estás a salvo, protegido, feliz, en paz, lleno de amor, en armonía contigo mismo y con el Universo.

Ahora, desde este espacio de amor, revive esa situación molesta que diariamente te inquieta. Desde tu espacio vital nada ni nadie puede hacerte daño. Y desde este conocimiento, dime ahora, ¿cómo ves esa escena?, ¿cómo la sientes?, ¿cuáles de tus sentidos intervienen?, ¿estás involucrado en la misma, eres un partícipe activo, o por el contrario eres nada más que un espectador, algo especial, eso sí? ¿Es estática o dinámica? ¿En colores, monocromática, o en blanco y negro? Si eres un personaje activo, ¿qué ocurre? ¿Que pasaría si te disocias de la escena y te conviertes en observador? Si eres un observador, ¿te ves a ti mismo en ella o sólo ves el resto de la misma sin tu presencia? ¿Eres capaz de percibir detalles que en la realidad no eres consciente de los mismos?

Practica en calma este ejercicio, cuando quieras y así lo quieras. Es claro que hay una segunda parte. Pero por ahora vamos a quedarnos en ésta. Si consigues dominar las pautas marcadas llegará un momento en que vas a darte cuenta de que tu percepción de todo lo que te rodea ha cambiado, y de que tu percepción de todo lo que está en tu interior también se ha visto modificada. Piensa un momento; si consigues variar cómo percibes tu espacio, ¿no significará que éste ha cambiado gracias a ti?

Os agradezco que compartáis conmigo esta maravillosa experiencia. Muchas gracias a todos.