Los tintineos de las copas de champán han cesado, dando paso al crujir de hojas de papel cambiando constantemente de manos, buscando afanosamente aquellas que aprueben su contenido; regresa el tiempo de trabajar, y comienza para el 44 Presidente de Estados Unidos una dura tarea de 24 horas al día. Como expresé en mi anterior entrada, habrá que esperar acontecimientos; mas reconozcamos que los cimientos son buenos: los valores, la economía, la familia, la patria, el Ser Supremo, la lucha contra el enemigo. Interpretaciones, muchas, con más o menos acierto (permitidme el eufemismo). Entre ellas, la mía: planificación y liderazgo.
Barack H. Obama no pudo haber llegado a ser el 44 Presidente de los Estados Unidos sin planificación ni liderazgo. Dos sustantivos que podrían constituirse en un matrimonio bien avenido. Ambos se necesitan mutuamente para el correcto crecimiento de los mismos.
A lo largo de mi vida profesional he observado la falta generalizada de estos dos elementos sujetos a estudio (breve estudio) en esta presente entrada. Para una correcta planificación hace falta capacidad de análisis, objetividad en la asunción de fallos y aciertos, visión de presente y de futuro con apoyo en el pasado objetivo, saber escuchar y amplitud de miras en la recepción de críticas constructivas; por último, capacidad de procesamiento en equipo de los datos obtenidos. El liderazgo, que muchos lo entenderán como una aptitud, es, entre otras cosas, saber planificar; sólo el buen estratega puede conducir con éxito a sus tropas. Es como si la planificación precediese al liderazgo; así es en cierta medida. Rompe la sucesión el liderazgo nato, carismático, que otorga al receptor la fuerza suficiente para hacer que la cadena funcione.
Es frecuente ver a personas que ocupan cargos de responsabilidad y directivos que carecen de estas cualidades. Se valen del letrero que cuelga en la puerta de su despacho o de su nombramiento concedido con mayor o menor fortuna (volved a admitirme el eufemismo). El accidente de ser director o “jefe de” les hace entrar en un estado hipnótico que les vuelve seres sobrenaturales, por encima de cualquier criatura de la creación. De ahí que al ejercer el mando lo hagan sin reparar en a quién se dirigen y en las tareas que puedan ordenar. Cualquiera que esté por debajo en la cadena de mando es susceptible de ser utilizado a su antojo.
La planificación y el liderazgo son incompatibles con el miedo (v. gr., miedo a reconocer lo ignorado, miedo a la pérdida del cargo, miedo a quedar en evidencia), la negación de la cultura y la envidia. Sólo desde la honestidad y la inteligencia podemos establecer las bases para ser buenos planificadores y buenos líderes.
Desde la planificación y el liderazgo la organización de las empresas y distribución de sus objetivos son tareas fluidas, ya que se identifican con facilidad las aptitudes de las personas que construyen a la compañía. Una correcta asignación de los trabajos provoca actitudes receptivas a los mismos, obteniendo resultados atractivos para la cuenta de resultados y beneficios personales en cada uno de los integrantes de la plantilla.
Fijaos en que he utilizado a propósito la palabra “compañía” para referirme a la empresa, y la forma verbal “construyen” para apuntar al hacer diario de las personas en la misma. No hay empresa sin la convivencia de personas. Pensemos en ello y reflexionemos.
Ahora hagamos todas estas palabras extensivas a ámbitos de aplicación superiores en dimensión. Iremos subiendo en la escala hasta llegar a los Estados. Cuánta diferencia existe entre unos y otros, ¿verdad? La diferencia de la presencia o la ausencia de planificación y liderazgo, ni más ni menos.