El mensaje, desde luego, no tiene desperdicio. Y mira que no tengo nada contra los autobuses, menos aún contra sus conductores (en general, porque bien es verdad que en este país, y en pleno siglo XXI, aún existen lugares en los que la empresa dedicada al transporte público deja mucho que desear —sin ir más lejos, donde ahora resido, pero este será tema de una nueva reflexión).
En mi antepenúltima entrada dije que el mensaje publicitario en cuestión incitaba a la anarquía; y así es, en cierto modo. Porque imagino que no querrán aquellos que han ideado y plasmado en letreros irreverencia semejante provocar en el vulgo un comportamiento anárquico que se lleve por delante todo lo que se encuentre en su camino. ¡No, por “Dios”! Más bien pretenden controlar las voluntades de muchos, para así satisfacer las necesidades de unos pocos. Provocar una anarquía neuronal en las mentes de esos muchos, e implantar en sus circuitos cerebrales códigos de comportamiento fácilmente reprogramables al antojo de esos pocos. Nuestro cerebro es un maravilloso y potente ordenador, y su lenguaje de programación es la lengua. El “homo sapiens” tiene las herramientas y conocimientos necesarios para escapar de semejante ataque, y defenderse; no así el “homo videns”.
Vivimos en un Estado Democrático, pero la sensación que se percibe es otra muy distinta. La separación de poderes se diluye y transforma para convertirse en una tela de araña visible únicamente para el individuo informado. Las palabras se tergiversan perdiendo su original significado para tomar aquél que conviene a los tejedores. Así, la “tolerancia” se aparta del estado de libertad para asociarse con el estado de la imposición. Soy un aliado de la libertad; ¿cómo ser aliado de la igualdad, cuando ésta no tiene presencia en la naturaleza? He aquí la entelequia (no aristotélica): la igualdad.
Aquellos que dijeron que “probablemente Dios no exista” ni siquiera han demostrado un mínimo de curiosidad por estudiar los avances que la Física Cuántica ha llevado a cabo a lo largo de más de medio siglo. ¿Sabían ustedes, hombres de poca Fe, que los físicos teóricos conjeturan sobre si nuestra existencia descansa en 10 o en 26 dimensiones? ¿Que de esas 10 o 26 dimensiones sólo tenemos conciencia de 3, porque las restantes se encontrarían “enrolladas” y no habrían alcanzado la expansión de las 3 dimensiones conocidas como largo, ancho y alto? ¿Que esta teoría está fundamentada en las tipologías de Kaluza-Klein y Calabi-Yau? ¿Que nuestra realidad física no se reduce a 3 dimensiones, sino que se extiende a 3+1, siendo la adicional el tiempo? ¿Y aún se atreven a decirnos que “probablemente Dios no exista”? ¿Se han tomado la molestia de investigar el significado infinito de la palabra “Dios”? Y por cierto, volviendo a mis palabras de mi antepenúltima entrada, ¿por qué han escogido la palabra “Dios”? ¿Por qué precisamente la palabra “Dios”? ¿Por qué no han utilizado “otra”? ¿Temen alguna represalia, o quizás iría en contra de su llamada “igualdad”? Y mi pregunta final (por el momento): ¿Cuál es la calidad de unas personas que se atreven a declarar la ausencia de Dios (puesto que incitan a la irresponsabilidad y al libertinaje en base a la no existencia) en un autobús? ¡Piensen y reflexionen, por favor!