En estos tiempos de crisis, antes desaceleración de procesos, parece que el reduccionismo vuelve a ser el gran protagonista. Y éste ha llegado también a nuestro querido, divulgado y extendido idioma español. La nueva ortografía ha sido afectada de esta corriente filosófica, aún frecuente en ciertos campos del conocimiento y más en los de la ignorancia. Acomodar el lenguaje a las hablas actuales y a los nuevos tiempos; es cierto que el sistema lingüístico de toda comunidad lingüística es un complejo sistema vivo, afectado por los cambios de todos los parámetros que componen una sociedad, y, por tanto, sensible a los cambios. Mas lo recientemente acontecido es fruto de la deliberación intencionada de un grupo de élite que dice haber investigado y estudiado diacrónica y sincrónicamente el idioma español.
Preocupante es, además, que este reduccionismo se nos presente como una novedad. Por ejemplo, la “y”, comúnmente conocida por todos como i griega (por tener su origen gráfico en la letra griega ípsilon), ya era denominada “ye”, como se puede comprobar en la 41ª edición (de la que guardo como un tesoro un ejemplar) de la “Ortografía práctica de la lengua española” de D. Luis Miranda Podadera. Pero perder definitivamente su origen griego por ser su uso más consonántico que vocálico es perder, si no renunciar, parte de su identidad. Otro ejemplo; el que la grafía de la vocal media posterior ya no se acentúe entre cifras. En realidad ésta era una licencia, permitida para evitar confusiones. Explica su actual soledad acentual el que los equipos ofimáticos diferencian con claridad la “o” del “0”. Está clarísimo, “o” y “0”; muy claro, “o” y “0”; y no digamos “O” y “0”. Sigamos.
Hay más cambios; “solo” se queda como está, “solo”. Y los demostrativos, ¡ay!, “pobrecicos” míos, qué solos se quedan, también, ellos. Yo solo digo que qué triste es todo esto. Claro, no va a ser triste, si lo digo solo; o, ¿solo digo nada más que eso, y nada más, se admita la redundancia? Y entonces, vaya, sí que es desconsolador, puesto que vuelvo a decirlo solo. Tanta soledad no tiene que ser saludable.
Es una pérdida de la referencia, del origen. No se trata de la búsqueda de la practicidad, sino de la simplicidad. Y ser simples conduce a ser ignorantes, manejables, útiles para ciertos propósitos. Alimento para el caos. Sería interesante aplicar el mapa logístico y = a x(1-x), donde “x” va tomando los valores de “y” (no “ye”) en un continuo sin fin. Apostaría a una solución propia de un estado caótico. Pérdida de la diferenciación, de la variedad, de la diversidad. Es una concreción al absurdo. Adverbio y adjetivo reducidos a la unidad. Pronombre, adjetivo y nombre reducidos a la soledad de la unidad. Dé gracias a que a partir de ahora no tendrá que pensar en si es “sólo” o “solo”, o si “este” es “éste” o “aquél”, o que si este último deja o no de llevar acento ortográfico o diacrítico (¡oh, Dios mío, qué palabrotas!) cuando éste, perdón, este, pueda o no ser substituido por el artículo.
Ya no habrá que pensar más en estas cuestiones. Nos acaban de simplificar la vida. Seguimos en el empeño por la simplificación. No piense y sea simple. Veo un oscuro y bien diseñado propósito en todo esto. Mas sea como fuere, ¡feliz Navidad a todos vosotros!