3/9/10

El laberinto

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Recuerdo que, precisamente, eran los laberintos mis pasatiempos favoritos cuando de pequeño buscaba afanosamente la sección en la que el tiempo no contaba. Estaban los laberintos serios, para adultos, aquellos que tras su conclusión no tenías más remedio que ir a refrescarte los ojos con abundantes chorros de agua; y los no tan serios, para críos, niños y adolescentes, en los que era preceptivo ayudar a encontrar el objeto extraviado (situado en el centro del laberinto) a un desconsolado y todavía más perdido dibujito. Los laberintos siempre consiguen captar nuestra atención. Grafos humildes, empleados del entretenimiento. Mas , ¿es su desempeño actual su esencia? Sólo contemplar ancestros como aquél que es sombra de la rosa nos ilumina al respecto. Y si añadimos nuestro paso medido y meditado por sus caminos concéntricos quizás lleguemos a su verdadero porqué.

Probablemente nos cueste una vida el descubrirlo. Con total certeza hemos venido a esta realidad ficticia a desenmarañar nuestro propio laberinto, el que cada uno de nosotros somos, el que cada uno de nosotros llevamos. Ese laberinto, el laberinto que con sus muros levantados día a día con nuestros propios pensamientos nos impide llegar a ser uno con nuestro Ser. Un laberinto que, conforme se expande, contribuye a la expansión de nuestro Yo. Un laberinto que, conforme se expande, contribuye a la negación de nuestro yo. Vaya contradicción hermética, ¿verdad?

He aquí el laberinto: “No puedo… Si no fuese por… ¡No sirves para nada!… ¡Mira, él sí que sabe!… Claro, es que ha nacido en una buena familia… Yo quiero, pero es imposible… Eso no es para mí… Si tuviese más dinero, pero es tan difícil… ¡Virgencita, Virgencita, que me quede como estoy!… Más vale pájaro en mano que ciento volando… Eso es para ricos… No soy feliz… Me siento perdido… Me siento frustrado… Me siento, como en un laberinto…” ¿Quién me ayuda a seguir fabricando más muros? Vamos, es sencillo, los ladrillos son palabras, y la argamasa, pensamientos.

Es mucho más sencillo construir laberintos como el del ejemplo que salir de ellos… Pues bien, queridos amigos, tan sencillo como diseñar y crear caminos diáfanos que nos lleven a nuestro objetivo. Sólo hay que creer. Sólo hay que pensar. Sólo hay que sintonizar. Éste es tu trabajo. Podrán ofrecerte las herramientas, pero tendrás que aprender a usarlas. Podré ofrecerte mi guía, pero tú serás el móvil. Respira hondo. Vacía tu mente. Y ahora, crea tu propia realidad.