Comienza el autor de la maravillosa novela La insoportable levedad del ser con Nietzsche y su teoría del eterno retorno. Pasamos página, y continua Kundera con una certera, afilada y breve tesis sobre la carga y la levedad. Utiliza a Parménides y su visión dual del cosmos como pilar de apoyo: la carga es negativa y la levedad positiva. Tan seguro está Parménides como inseguro Kundera. Quizás sea éste un dilema a ser estudiado bajo los pares de contrarios del semiólogo Roland Barthes, a saber, el par carga/levedad contra el par positivo/negativo. Tampoco es que obtengamos una solución clara, pero sí que lo afrontamos desde una perspectiva diferente.
Perspectiva que me conduce a pensar, o sentir, que vivimos en la levedad de la libertad; el pensamiento o el sentimiento de un poder con raíces en las tinieblas y vivo en la sombra que nos ha liberado de nuestras cargas y nos ha entregado un mundo feliz de libertad ligera y sinuosa. Mis cargas, nuestras cargas, aquéllas que sí nos ayudan a crecer, ¿dónde están? Y en su lugar, otras, creadoras de confusión, esclavizadoras. ¿Quién, o quienes las puso? -¡Ah, pero mi mundo es un mundo de libertad!- No, tu mundo es un mundo en la levedad de la libertad.
Y el ciclo continúa, camino de su fin. Los vivos crecerán, y los muertos seguirán en sus tumbas. Espero que Nietzsche esté equivocado, ya que de no estarlo, volveremos a sufrir la insoportable levedad de la libertad.
El título de esta entrada es un claro juego de palabras cuyas reglas son las del título de la maravillosa novela de Kundera; gracias, Milan Kundera, por tu obra, y espero que, al menos, si no he conseguido mi propósito, que es el de despertar, sí que haya logrado que muchos de vosotros se interesen por la obra del magnífico autor, y en concreto, por aquélla objeto de mi juego, La insoportable levedad del ser.