15/8/11

Sanación con péndulo

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Todos nosotros somos seres perfectos. ¡Vaya chasco! Desde que hemos nacido se nos ha martilleado constantemente en nuestra mente a través de nuestros ojos y oídos que somos imperfectos. Pues, resulta que si somos capaces de sanarnos a nosotros mismos, entonces, ¿qué somos, sino perfectos? ¡Ah!, ¿es que tenemos esa habilidad? Y si es así, ¿por qué razón hemos de acudir al doctor cuando nos sentimos fuera de equilibrio? Sencillamente, porque así nos han educado, y de esta forma han sido enseñados y adiestrados nuestros padres, y los padres de nuestros padres, y los padres de nuestros padres de nuestros padres, y así sucesivamente ad infinitum.

Somos perfectos, somos seres maravillosos, pertenecemos al Universo circundante y penetrante. Estamos y somos en un Universo, y somos Universo. Aquí es donde la teoría del Multiverso cobra su máxima significación. El ser perfectos nos dota de los atributos de la perfección, entre los que se encuentra la sanación. Mas aún así, ¿cómo es que somos incapaces de sanarnos a nosotros mismos? Vaya, son palabras muy bonitas, pero no tengo más remedio que pedir cita con el dentista la próxima semana (esto es en sentido figurado, espero no tener que hacerlo de verdad; primero, porque el torno es molesto; segundo, porque el bolsillo se resiente bastante, y por algo que placentero precisamente no es).

Uno de los motivos porque tenemos anulado inconscientemente (incluso diría que conscientemente) la ciencia de sanarnos a nosotros mismos es simple; ¿de qué vivirían, si no, todos los licenciados y doctores en medicina, diplomados en enfermería, fisioterapeutas, quiroprácticos, técnicos del ramo, y todos aquellos que de alguna forma u otra contribuyen al ejercicio de la salud regulada legalmente? Motivación de la fácil y tonta respuesta, la no creencia en el principio de la Abundancia Universal; si todos siguiéramos el mismo, todos dispondríamos de todo aquello que necesitásemos, sea material, tangible, o inmaterial, intangible.

Hemos de recordar con justicia todas las personas que se dedican profesionalmente al ejercicio de las terapias alternativas, consideradas hasta el momento no oficiales, pero perfectamente compatibles con la medicina oficial; también recordamos a todas las personas que, sin pertenecer al ejercicio libre de la profesión de la sanación no oficial pero ordenada y ética, se cultivan en estas artes, bien para el beneficio de su propia salud, bien para el de sus familiares y allegados, y las investigan, e incluso, las divulgan. Me doy cuenta de que este grupo de personas también se vería afectada si todos descubriésemos nuestra capacidad sanadora, ¿o quizás no? El verdadero profesional y estudioso de las terapias alternativas siempre es consciente del principio de la Abundancia Universal, y por ello tiene la obligación de, a la vez que ser mediador de la energía sanadora, y manteniendo siempre muy presente que nunca bajo ningún concepto podrá interferir en las decisiones de los profesionales y facultativos de la medicina oficial, de transmitir su conocimiento y compartirlo con quienes sean receptores del mismo, o lo que es lo mismo, con quienes hayan de recibirlo porque así esté marcado en su camino y en el momento perfecto.

Por todo ello, quiero compartir con vosotros un método de sanación que utilizo y que estoy desarrollando, y con el tiempo, perfeccionaré. Tiene sus raíces en las ondas de forma que generan, precisamente, las formas; sí, toda forma es más que su materia visible y concreta. Al igual que las partículas que no son tales, la materia también tiene asociada una forma de onda, que es definida como su onda de forma, valga la redundancia de la inversión sintagmática. Podemos utilizar ciertas ondas de forma para sanar y modificar los patrones invertidos que dan lugar al malestar y a las enfermedades, incluso a sus proyecciones futuras en accidentes y futuras enfermedades. Una de las maneras más simples y complejas a su vez es hacernos valer del péndulo para aprovechar sus propiedades como emisor de ondas de forma que ayuden en el proceso de sanación. Son tres los péndulos con los que trabajo en ese sentido, mas en esta entrada me centraré en el Péndulo Isis y el Péndulo Osiris (de tres semiesferas), de los que a continuación os mostraré dos instantáneas:

Péndulo Isis

Péndulo Osiris (Tres semiesferas)

El Péndulo Isis es el que aparece en la fotografía superior; el Osiris (para ser purista, he de decir que es considerado como Osiris aquél formado por cuatro semiesferas, de las que podemos usar todas, o tres, o dos, dependiendo de la situación, el paciente, el objetivo), en la inferior. Ambos son emisores de ondas o frecuencias de forma. Sin embargo, entre ellos existe una gran e importante diferencia. Mientras que el primero emite en luz no visible blanca (dentro del amplio espectro electromagnético, blanco no visible) y por tanto frecuencia sanadora positiva, el segundo lo hace en verde no visible negativo (vid. supra, esta vez aplicado al verde negativo no visible), lo que le convierte en un objeto de radiación nociva, muy interesante para eliminar conflictos físicos y psíquicos negativos, pero a su vez peligroso para el radiestesista si éste no está avezado en su uso.

Para el proceso sanador utilizo generalmente el Péndulo Isis, simplemente cediendo mis canales de energía a las Entidades Sanadoras (el Maestro Mikao Usui, los Maestros Ascendidos, los Arcángeles Uriel, Gabriel, Rafael –especialmente- y Miguel, y los Emisarios Pleyadianos de Luz). Por tanto, el péndulo se convierte en transductor y emisor de energía, cobrando vida, pues como todo ente al que tiene asociado una onda es vivo; discrepo, de esta manera, de todos aquellos radiestesistas que afirman que el péndulo obedece exclusivamente a los impulsos musculares originados por las órdenes del sistema nervioso originadas en las percepciones a las que el radiestesista se ha hecho sensible en determinada prospección o estudio radiestésico. Y desde mi propia experiencia siento que se establece un diálogo entre el péndulo y yo mismo; es curioso cómo, si éste es de cristal de roca o cuarzo, al reflejar destellos de luz provocados por la difracción de la luz, éstos en cierta forma “hablan” y me conducen a la solución del problema o pregunta planteada. ¿Podría afirmar, entonces, y en base a mis últimas palabras, que el péndulo no es más que un amplificador de mi respuesta corporal?

Dejo que seáis vosotros quienes respondáis  a esta cuestión, pues entiendo que habrá opiniones muy bien fundadas en muchos sentidos. No obstante, todas conducirán a lo mismo; al beneficio que de la ciencia y arte de la Radiestesia podemos obtener, y en todos sus campos de aplicación, que son muchos más de los que puedes imaginar.