La primera, femenina; el segundo, masculino –al menos dentro de nuestro sistema lingüístico—. Aun prescindiendo del género, Nada y Todo, Todo y Nada son antónimos con base en un universo dual, el nuestro. La dualidad es cárcel y libertad; dependerá de nuestro enfoque, de nuestras creencias, del entorno en que nos desarrollamos y del cual en el que vivimos, el que seamos mandatarios o esclavos en un sistema de contrarios.
El arquetipo numeral en occidente tiene base diez. Diez son los elementos con los que calculamos y predecimos. Y al combinarlos, el lugar ocupado por cada uno de los formantes de la expresión final es significativo. Porque es así podemos reducir nuestros diez protagonistas a únicamente dos, el 0 y el 1. Consciencia en base diez, inconsciencia en base dos. Somos duales.
Un universo dual. Si esta es nuestra realidad, la diversidad se resume en la suma de elementos opuestos. La contradicción, el antagonismo, he aquí el germen de nuestra existencia.
Uno más uno son dos. Uno más cero es uno. Cero más uno es uno. Si a “uno” le agrego “algo” que hace que sea el mismo “uno” el resultado, entonces, ¿qué es el “cero”, sino “nada”? Demos la vuelta a las sentencias anteriores, y tendremos que: Dos es uno más uno; uno es uno más cero; uno es cero más uno. ¿Es realmente igual decir lo primero que lo segundo? ¿No tiene acaso, el “cero”, un valor añadido en las expresiones reformuladas? “Cero más uno es uno”, el “cero” se diluye, deja de existir; sin embargo, en “uno es uno más cero”, el “cero” es parte constitutiva de la unidad. ¿Es esto un juego lingüístico o la demostración palpable de que la “Nada” forma parte del “Todo”, y de que el “Todo” necesita de la “Nada” para su propia existencia?
A lo largo de las culturas y formas de pensamiento, la determinación del “Ser” y del “No-Ser” ha sido piedra angular en la creación filosófica. Clave de la filosofía que ha pasado a la física teórica y cuántica, pues, y en tosco resumen, los experimentos llevados a cabo en ciclotrones no persiguen más que alcanzar el conocimiento que nos ilumine sobre la existencia de la “Nada”, el origen, y quizás, el final. Hablamos de “Ser” y de “No-Ser”. Si existe una línea –que no tiene por qué ser bidimensional, digamos mejor, n-dimensional— que divida el “Ser” del “No-Ser” entonces el “No-Ser” es otra forma de “Ser”, aunque lo citado pueda parecer un oxímoron. Llegaremos a un equilibrio de la conciencia cuando atisbemos que el “Ser” y el “No-Ser” no son dos caras de la misma moneda, sino la moneda en sí, es la “Moneda” y la “No-moneda” los que hacen que exista en nosotros la percepción del objeto en sí.
La Semana Santa es el final de un ciclo que se repite año tras año. El Maestro Jesús sacrifica su vida encarnada para sacar de la ilusión a los “hombres de buena voluntad”, los de “querer conocer y saber”, y mostrarles la realidad de la existencia mediante la resurrección. Del “Todo” a la “Nada”, y de la “Nada” al “Todo”. El sacrificio no es más que un símbolo de la transformación del “Ser” en el “No-Ser”. Un arquetipo, un paradigma, un modelo, a través del cual enseñarnos, y reconfortarnos por las pesadas cargas que hemos de superar en esta ilusión que denominamos vida.
Días llenos de significado y simbolismo; religioso para unos, metafísico para otros. De disfrute y sosiego para una gran mayoría. Pero días de respeto, y reflexión, sin duda. Son palabras estas, las mías, sin contenido religioso alguno; sí llenas de reflexión, y de respeto. Y este último, que tendría que ser el primero, hace nula presencia en contados –muy contados, afortunadamente— medios de comunicación, que utilizan el fervor, las creencias y la pasión transcendentes de muchos en dianas de sus mofas y befas de mal gusto. La ausencia de respeto es el vehículo de sus críticas. Periodistas –en el que caso en que lo sean—de la palabra fácil y del burladero. Periodistas de la cobardía, que apuntan sus cizañas contra aquellos que no devolverán el ataque en forma de modelo vestido de TNT.
Regresemos al principio. Entonces, hemos vuelto al “Todo”. Quizás, a la “Nada”. “Todo” y “Nada” serán interpretados de diferentes formas según el origen y la cultura. Pero el “Todo” de allí o de aquí, y la “Nada” de aquí o de allí, podrán de nuevo ser dos y uno siempre y cuando el respeto sea el tercer eslabón de la trinidad.