21/6/09

I will, I’m going to, I shall

Inicio / Top

Although some people believe in there is no future (even there is no past) –only the present is the only time we can trust—, languages have their own way to show when the present is, when the past was, and when the future will be.

In English, there are three future forms; it depends on the level of politeness of the speech, the intention of the speech and another things of the like. So we have:

  • Will + infinitive and going to + infinitive

A very small difference:

“Will you / Are you going to go to the library tomorrow?”

Will is preferred in formal written English; going to is better for spoken English, usually going to = gonna.

  • When we have some evidence for something in the future we use going to rather than will.

“I’m going to move next month”

  • If our prediction is not of the kind shown above, we use will instead of going to.

“Mary will be pleased if you come back soon.”

  • For intentions that were made before the current speech time, we prefer going to.

“She told me she’s going to buy a new car next week.”

  • In formal speech, and decisions made at the moment of the speech, we use will.

“The performance will commence in three minutes.”

“Somebody’s knocking. I’ll go to open the door.”

  • We use shall with the first person (singular/plural) in future statements, although it is more common to use will. Nevertheless, there is a common use of shall in proposals (suggestions).

“Shall we have a coffe?”

“Shall we go to the cinema?”

But not, “shall we marry next month?”

 

I’ll see you at the next post.

14/6/09

Liberté, égalité, fraternité

Inicio / Top

Libertad, igualdad y fraternidad. Tres palabras que conmovieron a un país y al resto del universo, mundo o planeta –como prefiráis— occidental. Tres palabras que llevarían a la población francesa y al resto de sus vecinos a una convivencia en armonía, en paz y en tranquilidad. Tres palabras que proclamarían el respeto como el líder de un pueblo. Tres palabras que cambiaron la forma de gobierno de un estado. Claro que, si recordamos con exactitud lo que en verdad trajeron consigo esas tres palabras, de lo escrito en las líneas anteriores podríamos quedarnos con “conmovieron” y “cambiaron”, pues estaréis de acuerdo conmigo en que el indiscriminado uso que se dio a la guillotina para promover el cambio de régimen, y para que la libertad, la igualdad y la fraternidad “republicanasen” (ya que si dijera “reinasen” podría ser interpretado como un chiste de humor negro) el país que descansa en la cordillera pirenaica, no pertenece (tal uso) ni por asomo a un modelo de convivencia, mucho menos de armonía, muchísimo menos de paz e infinitamente menos de tranquilidad; que en aquel entonces recibió un corte de pelo a cargo del erario público hasta el apuntador. ¡Ay, cuando escuchamos aquello de “por la libertad, por la igualdad, por la fraternidad”!

Ha pasado mucho tiempo desde aquellos días, y múltiples han sido los avances tecnológicos desde aquel invento de filo implacable que hasta su propio creador tuvo la desgracia de experimentar en su propia nuca; mas tengo la sensación de que pocos fueron aquellos (los avances) que hemos tenido ocasión de ver en lo que a las humanidades se refiere. Y si los hubo, manos negras se han encargado de anularlos y, si no, silenciarlos. El equilibrio necesita de una pareja evolución de la tecnología y el humanismo.

Una nueva propuesta académica entra en el círculo académico (valga la redundancia)  en forma de solución: la Licenciatura en Igualdad. ¡Oh, disculpad! Grado en Igualdad, para no cambiar la receta de la salsa (y no precisamente boloñesa) que se está cociendo (pues más que cocinar, cuecen) en Bolonia.

¡Ya estoy tranquilo! Dentro de cuatro años tendremos revoloteando por nuestros pueblos y ciudades millares de grados y de “gradas” –el Diccionario de la Lengua no tendrá más remedio que añadir una nueva acepción a la palabra grada— (porque ya no se podrá decir licenciados) en igualdad, velando porque ésta se cumpla. Y digo yo, ¿bajo qué criterios?

Desde niño siempre me ha fascinado la naturaleza; de hecho pensé en convertirme en uno de los primeros biólogos marinos de este bendito país. El destino escogió otros estudios para mí, pero no me quitó el interés por los ensayos y publicaciones de divulgación científica. Menos aún por la observación. Y si somos conscientes de lo que nos rodea, y del universo en el que vivimos durante una corta estancia (en estas tres más una dimensiones) comprenderemos que la naturaleza no basa su existencia en la igualdad; sí en la simetría, pero cuidado, no una simetría especular (que también, pero extendernos en ello sería ir más allá de las pretensiones de estas palabras), sino, por ejemplo, una simetría fractal; sea como fuere, el hecho es que la naturaleza necesita de la diversidad para su existencia. Y en la diversidad, el orden, sí, el orden. Pero no, para una clase dominante en concreto este principio descuadra sus objetivos. Y persigue así la demagogia en la tergiversación de la igualdad, con el único fin de crear una masa de seres vivos, manipulables a su antojo, que al principio fueron humanos, pero que con el paso de los años perdieron su condición como tales para involucionar en autómatas con base de carbono. Estas últimas palabras que más bien pertenecerían a una novela de ciencia ficción pueden ser un posible destino de nuestra raza si los que estamos despiertos no conseguimos despertar a los durmientes.

Algunos diréis: “¡Vaya, pues sí que estás pesimista hoy domingo!”; otros diréis: “¡Desde luego, tienen razón esos que dicen que los domingos son muy tontos!”. Algunos dirán: “¡Pero hay tan pocos que se dan cuenta…!” Entre los que sí están despiertos, aparte del que subscribe estas palabras, es Arturo Pérez-Reverte, y son sus líneas publicadas en el “XL Semanal” quienes me han servido como espoleta para encender el ordenador y escribir las mías, que espero se añadan, no sin demostrar su humildad frente a las del genial escritor, a la contracorriente del despertar. ¡Ay, “si no fuera tan triste. Y tan grave”! (parte entrecomillada de Arturo Pérez-Reverte, XL Semanal, nº 1.129).